Los legendarios Barrymore Raid os cuentan en estas páginas algunas de sus andanzas por los raids de aventura y carreras de montaña de la Iberia rural

martes, 6 de julio de 2010

Gran Trail Peñalara 2010

PRODUCCIONES LA PATASOLA

PRESENTA

-UN DíA, DIECISEIS MINUTOS-
Una incursión vibrante y desmedida de La Patasola en el mundo del ultrafondo …cuando todo está en calma aparece: no te descuides, corre, corre, corre, que te coge...
La Patasola!!

LA PREPARACION PSICOLOGICA Y MENTAL
…diga…
Pero bueno, vamos a ver, ¿tú eres imbécil? Sí, soy yo, no te hagas el loco, que tu hermano me lo ha contado todo. Si, si, lo de la gilipollez esa que vas a hacer de correr no sé cuantos kilómetros. Soy tu madre, recapacita! Infórmate bien, por Dios, que hay gente que muere haciendo esas cosas… ¡!

Mamá…!!
No, no, no empieces, no me vengas con tonterías, tanto correr tanto correr, hombre, modérate… ¿o acaso te comes diez kilos de pasteles? Noooo, si he entrenado mucho, ayer mismo me comí dos kilos… ¿pero qué he hecho yo para que me tengáis en vilo toda la vida? Por favor te lo pido, deja ya de hacer el gilipollas, que tienes dos hijos….
…mamá, tranquila, voy con más gente, iremos muy suave…
Suave!!! Pero cómo se va a hacer nada suave durante un día… mira, hijo, no voy a decirte nada más. Por dios te lo pido, ten cuidado, y no escuches a esos tarados que van contigo, que si fuesen amigos tuyos de verdad mirarían por tu integridad. No, no, es que no gano para disgustos… ¿qué te creías, que no me iba a enterar? …bueno, como se que además no vas a hacerme ni puto caso, al menos llama cuando acabes. Por cierto, ¿dónde duermes?

En el coche…
Bendito sea el Señor. Dos días durmiendo en el coche…

No, mami, solo uno, la otra noche nos pilla corriendo
¿mamá?

…hijo, no sé qué decir, me apena mucho que hagas estas cosas. No lo entiendo, no lo entiendo, ¿cómo va a ser esto? ¿cómo te va a gustar andar en danza sin dormir, cansado, sin comer…? Porque me lo cuentas tú, que si no, no me creo que nadie haga estas cosas. ¿y a quién se le ha ocurrido esta idea, si puede saberse? O mejor déjalo, no quiero saber nada más.
Maaami, somos quinientos inscritos, y…

Quinientos gilipollas, que lleguéis antes o después me da lo mismo… a ver cuanta gente con hijos va, entérate bien, porque no creo que vaya ninguno.

…bueno, mira, me entero bien de todo, y te cuento dentro de unos días.
Y ten cuidado, porque me voy a informar bien de la megatrail esa y como vea que es una locura no sales. Ya te lo digo. Me planto ahí y no sales…

Vale, mamá, pero de paso mira a ver cuántos años tengo…
…peor me lo pones, que cada vez que pienso que con 40 años aún vas por ahí haciendo estas cosas, me pongo enferma. En fin hijo, qué se la va a hacer. Te quiero. Mucha suerte. Mira a ver si puedes disfrutar, aunque sea un rato… y si te cansas, tú duerme, que no va a pasar nada. Y si tus amigos quieren seguir corriendo, allá ellos, ten algo de personalidad, hombre…
Listos, también te quiero yo, mamá, no me llames que tendré el teléfono apagado.
Mira que eres!
Un beso
Hale, hale, otro para ti

¿Quién era?
Mi madre, hecha una furia porque voy a correr el Gran Trail

Razón no le falta.
Monita…

No, si yo ya lo he asumido. Yo sólo te pido que no te rompas nada… además, saber que por fin no vas a correr solo me da una paz que no te imaginas: todos esos día entrenando por ahí a solas, a las tantas de la noche, o perdido por el monte. Prefiero mil veces que hagas la carrera esta. Al menos vas con amigos.


Otras llamadas de familiares y amigos se cruzan, todas interesadas en esclarecer no tanto si La Patasola entrenó suficiente, si cuenta con material apropiado, si en definitiva está lista para la aventura. Todos están preocupados por la salud mental y la capacidad de discernimiento… La Patasola adora a su familia, les manda mensajes equívocos de cordura, y se concentra para la carrera:
Estudia y memoriza el perfil de la prueba, revisa los ritmos previstos, pautas de hidratación. Bote de sales, bote de agua, reserva… la mochila volverá a pesar demasiado, pero el objetivo es acabar disfrutando. La Patasola se ha propuesto pasar holgadamente todos los cortes, disfrutar de principio a fin, y llegar con algo de reserva a meta. Mentalmente, hay que prepararse también para ir por debajo del ritmo que pide el cuerpo, para no dormirse, para levantar la vista constantemente, para escuchar y hablar a la gente. Esta carrera no tendrá mayores objetivos… una vez más, revisa las pautas de comida: barritas de absorción rápida y lenta, geles, sándwiches, pastillas de sodio, potasio y magnesio, alguna b12, algún ibuprofeno… mentalmente, recuerda los tramos que ya se han entrenado, las curvas donde la pendiente engaña, zonas de calor, bajadas técnicas, y miradores donde hay que llegar enteros para disfrutar.

Se ultiman detalles, se prepara la comida del fin de semana, cena, desayuno… llamadas de otros perdidos como La Patasola. Es la única carrera de la temporada, La Patasola está expectante.

LA LEYENDA DEL PÁJARO PERRO

…por fin llega el viernes, por fin se llega a Navacerrada. Encuentros y abrazos, y miradas furtivas a las patitas de unos y culos de otras… qué se le va a hacer!
La Comunidad del anillo se reencuentra: serán Fran, Pako y Carmen… toman una cerveza con Charo, Goyo, Luismi y Pilar… Pako hace presentaciones, y le recuerda a Pilar que La Patasola es el raro que entrena de madrugada.
…en ese momento, Pilar abre los ojos, los fija en La Patasola, y después de comentar pros y contras de entrenar a deshoras, desvela el misterio aún sin resolver de las presencias nocturnas en la naturaleza:
…entonces tú, que sabes de estas cosas extrañas, seguro que conoces el Pájaro-Perro!!
Hay un gran silencio. Todas las miradas se vuelcan sobre La Patasola, y todas las mentes, secretamente admiradas, repiten en silencio …el Pájaro-Perro!!
Pero La Patasola sabe poco de Pájaros Perro, para desencanto de la comunidad, y Pilar tiene que esforzarse durante un buen rato en describir el inquietante ladrido de un pájaro que, agazapado por los caminos, ladra a los runners durante la madrugada, para huir en un trote más parecido al de un avestruz que al de un zorro. No hay un dato concreto sobre el tamaño del escurridizo animal, que podría estar comprendido entre una musaraña y una cabra montesa, extremo que complica el misterio, y aclara poco. Tampoco se llega a un consenso sobre el vuelo, ni siquiera sobre la posibilidad de que pueda volar… podría pertenecer a la familia del extinto pájaro Dodo, o acercarse al kiwi australiano. La Naturaleza es así. Dicho todo, la puesta en común se centra en perfilar el sonido, este sí incuestionable, que resulta una mezcla de gorjeo, ronroneo y ladrido, sin que pueda precisarse su esencia. Lo que resulta innegable es que el Pájaro Perro está ahí, que correremos durante la noche, y que estar alerta puede ser la diferencia entre llegar y no llegar. El misterio está servido.
Durante la cena, Pako, Fran, Carmen, Luismi y La Patasola intentan descubrir algún Pájaro Perro, pero tan sólo se acerca a la mesa un caballo, que acaba con unas cáscaras de manzana y vuelve a sus praderitas en la Barranca.
La Patasola recibe el último mensaje en su móvil: cariño, disfruta, pero sobre todo, vuelve sin romperte nada y sin pasar por el hospital… si hace falta, retírate… te amo


El hotel Kangoo está listo: La Patasola mira las estrellas un rato, se despide de todos, y el improvisado parque móvil se convierte en asentamiento espontáneo. Los más experimentados, Pako y Fran, mueven durante un rato los coches atentos a su inclinómetro: una subida repentina de sangre a la cabeza supondría un mal sueño, y un pésimo presagio para la carrera. Pero su pericia al volante queda demostrada, cuando sus flamantes todo terrenos quedan perfectamente nivelados entre los pinos de la zona. Carmen sonríe, porque sabe que descansará como una reina…


Y LISTOS Y YA
Dos cacas, un desayuno, aparcar rápido y ya hemos llegado: encuentros y abrazos, sonrisas, todos preparados.
Me fascinan los previos a la salida: ilusiones y miedos, todos por igual, intactos. Mentalmente se revisa lo que uno lleva, y cómo se ha vestido. Mira a otros, evalúa y admira otras decisiones y previsiones, otras ropas, otro material. Confirma decisiones propias.
Despunta la élite siempre por el material mínimo, más allá del mínimo que uno es capaz de gestionar… agua, la imprescindible, comida justa, patas siempre finas: a La Patasola le recuerdan los podencos de caza, los primeros perros en salir, nerviosos incluso en su calma. Hay conejeros, perdiceros, mastines que alcanzarían sin problemas a un jabalí… incluso algunos perros de aguas. La Patasola decide identificarse con los perros pastores… esto empieza a parecer una escena de Mary Poppins. No es serio.
De pronto todos se mueven… y listos y ya… deben de haber dado la salida!

PRIMEROS COMPASES: NIEBLA, HUMEDAD Y OLORES
Subimos juntos y animados: La Patasola, Fran, Carmen y Pako se juntan, Luismi irá más retrasado, a un ritmo más suave. Por delante hemos visto la estela blanquiroja de los hermanos tronadores, apiñaditos y uniformados: un ejemplo de constancia, firmeza y rigor…
Uno se hace pronto a la carrera, mucho más cuando el primer tramo es tan conocido, de haber entrenado tantas veces por acá… superadas las primeras decisiones de bastones sí, bastones no, sácame de la mochila, guárdame en la mochila, y superadas las dos primeras tentaciones: ir a comer churros con chocolate (qué hago aquí otra vez) o atragantarse con todos los geles de la mochila, la cosa se tranquiliza.
La subida a la Maliciosa es dura y hermosa. Saliendo de los bosques de La Barranca, se deja Fuente Campanilla atrás y se sube por la senda estrecha y pina.
Hay nubes y pronto niebla, gracias a dios! Llueve, hace viento, y los primeros compases para ponerse el cortavientos se hacen rápidos, casi reflejos… el paisaje se transforma: parece que estuviésemos en Zegama, entre la bruma.
Se baja rápido, con algún tramo de trote, rumbo a Canto Cochino… La Patasola encuentra tanta belleza en las sendas de La Pedriza que se tira a un lado, liberando ese instinto animal de revolcarse por el suelo. Qué placer! Ya embarrada, con un par de marcas en las rodillas, y algo de sangre expuesta, La Patasola se siente feliz.
La humedad potencia los olores del mote: la jara, el cantueso, el romero… el manto de agujas de pino, la tierra toda. Los sentidos se multiplican, y las zancadas simplemente flotan por encima del camino. Charo se ha incorporado a nuestro grupo con Solaris, y juntos cruzamos el Collado de la Dehesilla, hacia el Berrueco.

LA MORCUERA, RETIROS Y RETIRADOS

El cielo se ha abierto sobre nuestras cabezas: hemos tenido suerte de poder hacer todo este tramo a cubierto… la hidratación hubiese sido muy exigente a estas alturas. Trotamos y caminamos mientras se charla de todo y de nada… los tramos llanos, horizontales, extensos, tienden a cansar por la inmovilidad del entorno. Vamos bien, pensando en La Morcuera… Pako, sin embargo, parece que no va fino. El ritmo es tranquilo, buena zona para recuperar y estabilizar si algo no va bien…
En medio de estas consideraciones, volteando la cabeza de tanto en tanto para ver a Pako, un sonido capta la atención de La Patasola: Fran ¿has oído?
Ostras!!!
Ostras!!
Tío: el Pájaro Perro!! …y de día!!!
No salen de su asombro: el sonido es nítido, extraño, algo irreconocible, pero al tiempo con una cadencia familiar. Fran aprieta, la zancada se alarga, y miran con ansiedad por las dehesas. No parece el entorno propio del Pájaro Perro, más adaptado a terrenos cerrados de media montaña. Están cerca, muy cerca…
¿oyes?
Que sí, que sí, que está ahí tronco…
La carcajada deja en evidencia un pequeño malentendido: ¿sabéis cuando el torito juega con la vaquita? Pues chicos, son clavados al Pájaro Perro… en cuanto a sonido. Porque el espectáculo, aunque conocido, no tiene mucho que ver… una lástima. Por muy poco, La Patasola y Fran pudieron aportar a la comunidad investigadora un descubrimiento sin igual.
Entre chiste y chanza, se llega a la Morcuera… Pako nos alcanza un poco retrasado, ha vomitado y no está pasándolo nada bien. Sé lo que siente. Animamos a Pako lo razonable, porque en estas situaciones el equilibrio entre confortar a tu compañero y meterle en un tramo de carrera que no va a disfrutar es muy delicado. Especialmente en pruebas tan largas, donde solo uno sabe si es capaz de reponerse y terminar en condiciones… el grupo aporta el poquito de ánimo para continuar, si hay dudas, y la sensatez mínima para reconsiderar la opción de abandonar, si no hay garantías… uno no sabe lo que siente un corredor que se retira si no se ha retirado nunca. Y tampoco sabe lo que significa decir a un compañero que lo deje, si no ha estado en ese trance. Como explicarlo. Es una mezcla de tristeza, nostalgia, y amor… inmediatos e inconfundibles.
Comemos, nos hidratamos, y salimos: Pako vendrá un poco detrás, por ver si mejora… La bajada de Morcuera a Rascafría es propicia y decisiva. Por delante queda el Reventón y Peñalara, y descartado el disfrutar de cada tramo, esa subida no debe de hacerse, a estas alturas de la carrera, sin garantías.
Solaris decide recuperar un poco, y alcanzarnos también más adelante. La Patasola está impresionada con la fortaleza física y mental de Solaris: controlar subidas y bajadas de azúcar, tener a raya constantemente la insulina, y poder avanzar una y otra vez hasta alcanzarnos, es de una fortaleza de carácter admirable.

REVENTÓN Y PEÑALARA EL ATARDECER
A Rascafría se llega bien: siempre tentados por las Presillas, donde se mezclan risas de niños con chapuzones de voces divertidas… Charo hace amago de baño, y Fran tiene que llamar al orden a Carmen para que el grupo no termine por perder los papeles.
En el avituallamiento nos encontramos con amigos retirados, y un ambiente más bien de fiesta. Cuando Pako llega estamos casi saliendo: ha decidido retirarse. Nos hacemos una foto con él, muy a su pesar, y seguimos ruta.
Las piernas están estupendas, el ánimo excelente, y hay ganas de subir a Peñalara: la carrera está siendo una delicia. Queremos llegar a Peñalara con luz, para evitar pasar por las rocas con frontal. Al Reventón se sube muy bien, a un ritmo más bien tranquilo, disfrutando de los cambios de paisaje del tramo: robledales amplísimos por encima del Monasterio del Paular, pasando por una zona de bosque mediterráneo muy verde, hasta llegar a los tramos de montaña abierta… volvemos a tener suerte en este tramo, y nuestra nube de la suerte decide protegernos del sol un buen rato… las vistas son espectaculares. Uno no tiene sensación de ir subiendo, constantemente parece que echaremos a trotar.
El sol se pone, las flores de escobas y aulagas, amarillas, brillan como joyas engarzadas en arbustos verde oscuro, adornados con tiras verde brillante. Volviendo la mirada al horizonte, el sol se va escapando de las nubes, y se dedica a cortar perfiles de montañas, superponiéndolos y clasificándolos en función de la intensidad de gris azulado que tienen. Un aroma dulce y cálido envuelve cada paso, cada zancada. El granito de la base del Peñalara brilla como un espejo, alternando tonos dorados con sombras plata oscuro. La Patasola, extasiada, ha perdido conciencia de realidad. Mira, sonríe, sigue subiendo con Charo, con Fran, con Carmen.
Alguien escribe con frecuencia que correr te hace libre.
Como ahora.

Se pone el sol y quedan los tramos técnicos del Peñalara. Uno se concentra de nuevo en donde pone los pies, con cierta rapidez por la urgencia de apurar la luz natural…
…en estos equilibrios, un sonido sube del valle como una llamada a la guerra: un sonido que trae recuerdos de infancia. GOOOOOOL ¡!!!!

¿gol?
De Villa, me puntualiza un corredor que va por delante.

La Patasola mira a Charo, que es más combativa, y hace muchos comentarios sobre el asunto. El debate sobre el futbol arrecia, y La Patasola, asombrada, vuelve a deslizarse sobre cantos de roca y piedras en equilibrio inestable. Pues eso, Gol de Villa.
Mientras hacemos cumbre, queda claro que la noche pide frontal. Abrazamos a Goyo, aterido en medio de un viento frío que no propicia demasiadas pausas, y nos tiramos a coleccionar reflejos brillantes en nuestro camino.
LAS LUCIERNAGAS AFONICAS
Hombre, la idea es buena, pero las barritas luminosas no se ven… son una especie de luciérnagas afónicas, que cuando ya han cantado y pillado lo suyo, se apagan. Fran, el profesional de la supervivencia entre los que andamos por estos cerros, tiene claro que había que haberlas doblado y agitado, si no, no valen para nada… La Patasola recuerda vagamente una experiencia con barras caducadas, que posiblemente iluminaban menos que estas… los reflectantes de las cintas, sin embargo, resultan especialmente eficaces, y gracias a ellos se puede atinar más o menos con el camino.
La primera bajada es técnica, no deja lugar a demasiadas florituras… hasta que algunos te pasan como si fuese de día, y se replantean los criterios. Charo decide que no está bien ir de sobradetes, y para evitar impulsos reprobables como correr más de lo debido, espera a la última piedra antes del chozo, y se deja el tobillo con toda elegancia: hubo algo entre coño y me cago en la puta, pero La Patasola no fue capaz de retener la idea.
La bajada a La Granja es preciosa. Siempre da pena no estar más fuerte para ver con luz estos parajes… bosques altos, repletos de helechos. Los cuádriceps, ahora sí, se cargan un poco, por lo continuado de la pendiente. Pero se trota con suavidad, bien, por caminos que evitan en parte las pistas, y se enredan por sendas donde se agradece el piso más blando. Fran comenta de vez en cuando que la longitud de la bajada le parece excesiva: La Patasola anota mentalmente la cita de Fran. Apunta: estoy hasta los putos huevos de bajar… no está mal. Preciso, pero sin matices.
En todo este tiempo, Carmen ha aprendido: que el frontal va delante, que arriba y abajo no es igual, que existen controles para regular la potencia de su frontal, que existen controles para regular la amplitud del foco, que las pilas, si, están detrás. Se ha convertido en una experta. Una maravilla.

LA GRANJA, CALDITO, AL FIN
Caldo.
Podríamos dejarlo ahí.
Había caldo. Caldito. Caldo delicioso, calentito. Caldo, mi caldo, qué caldo!!
Sentó de maravilla… igual que sentaron de maravilla los abrazos y atenciones del puesto TT. Los del Tierra nos sacan unas sillitas, nos dan coca cola y café, nos quieren, se nos quiere… La Patasola nunca pensó que le alegraría tanto ser de un club. Si me insisten un poco, me echo a dormir ahí mismo, porque seguro que me hubiesen arropado y me habrían dado un beso de buenas noches.
Pensando en estas cosas, decidimos no enfriarnos y seguir. Carmen y Charo cortan una escapada de Fran hacia la sección bocadillitos de jamón y caldo. No se aprende

EL DESCUBRIMIENTO
Me avergüenza reconocer que no conocía el Eresma: ha sido fantástico.
Conseguimos recuperarnos del impacto del Rural Rock Festival que se viene celebrando a las afueras de La Granja, en el que desconocemos si finalmente se desmembró a alguna persona, cosa que no hubiese sido del todo extraña, a juzgar por la música y los ritos que se percibían… La Patasola se quedó en unos blanditos Sex Pistols que parecían incluso armoniosos. Cosas del punk, supongo.
Kilómetros después del festival, danzamos durante un buen rato por las orillas del Eresma. Nótese el matiz: no se escribió corremos, ni trotamos… danzamos. Es el momento mágico en el que dudas si, cuando te desplomes dormido, alguien se dará cuenta de que no estás, o pasará como en el cuento de Ricitos de oro, y todos caerán desmayados… La Patasola recuerda intercambiar sonidos con Charo y con Carmen, mear en algún momento con Fran, escuchar al Pájaro Perro y recuperar la conciencia en un punto indeterminado del Paseo Real. Pura danza, expresión corporal dichosa.
Saliendo del Paseo parece que el sueño ya está vencido: o fue el gel con cafeína, o fue la brisa, quién sabe. Apostaremos por el gel, a falta de pruebas concluyentes sobre la brisa.
Las orillas del Eresma se convierten en paisajes románticos, anchos, poblados de sombras y reflejos de la luna, que aparece y desaparece sobre las copas de los árboles… trotamos con suavidad, ahora sí, y dejamos que las piernas vayan acomodándose a los últimos compases de la carrera. El sentimiento de euforia por ir completando el recorrido va creciendo en el interior de cada uno, y hay una alegría silenciosa que nos va acercando a la Fuenfría

EL CARRIL DEL GALLO: DESPERTARES SCHMIDT
Ostras!!
Al volver una senda, el mundo se ha puesto de patas, como un caballo encabritado.
Dios!!
La Patasola vuelve la cabeza, pero Carmen y Fran parece que están algo retrasados. Charo me mira y comenta: ¿para arriba, de una?
Para arriba, de una.
Tiramos fuerte sin querer, no sé de donde nos vienen las fuerzas, pero estamos muy enteros. Vamos subiendo al tran tran, sin parar, hemos cogido un ritmo estupendo, y no nos apetece demasiado pararnos en mitad de subida… recordaba el Carril, pero lo recordaba mucho más corto, cada curva es un desafío… ooooleeee. Otra rampita más.
Pero se llega, se llega bien… La Patasola y Charo deciden hacer el Schmidt suavecito, para no parar, y ver si nos alcanzan Carmen y Fran… ¿cómo les habrá ido con la subidita? A estas alturas, si nos paramos nos quedamos clavados… amanece, está clareando. Charo y la Patasola se felicitan y se sonríen. Esto está hecho…

NAVACERRADA, LAS CABRILLAS
Casi sin caer en cuenta estamos en el refugio Peñalara, tomando un caldito extra, y un pedacito de membrillo.
La Patasola entra exultante, la carrera está saliendo preciosa. Hay caras de sueño, de dolor, de cansancio, y combinaciones de todas ellas. No hay demasiada fiesta, pero La Patasola está ya incontenible. El cuerpo responde, queda energía, quedan ánimos… si no fuese porque estos chicos son unos perfectos desconocidos, La Patasola se enredaría a dar besos y abrazos…
Charo recuerda que lo mejor es rematar la faena, que las piernas son traicioneras, y en un descanso excesivo se puede acabar el delirio. Salimos alegres, guardamos los frontales, nos cruzamos con Fran y Carmen, y acordamos vernos en meta, para besos y abrazos sudaditos.
Se sube alegre, muy alegre… y se encara la senda de las Cabrillas. Charo me dice que baje al ritmo que vea, y la ilusión me puede. La Patasola baja rápido, con ganas de correr… hacemos un descenso estupendo, es de día, el sol nos mece y el rocío se empieza a evaporar. La Barranca nos recibe con sus tonos anaranjados y la jara verdecida… Charo, si corremos, podríamos hacer la prueba en 24 horas clavadas… ¿qué dices? ¿apretamos? Jose Luis ha bajado con nosotros, atención, con 65 años, y se entusiasma con la idea. Salimos a la pista y empezamos a correr… sorpresa!! Los pies también cuentan: los talones me duelen un poco, y el suelo de la pista no es el mejor aliado… al cabo del rato Charo propone recapacitar, contener el entusiasmo desbordado, y plantear la felicidad en términos poéticos: un día diez no está mal… nos reímos hasta no poder más, bajamos el ritmo, y vemos como Jose Luis decide apostar por 24:00:00

DIECISEIS MINUTOS
En dieciséis minutos, cuando uno va a terminar una prueba tan larga, pasa de todo… pero sobre todo, se piensa...
La Patasola recuerda a su mujer, a sus enanos, a su familia. Se le escapa una lágrima de nostalgia pensando en su hermano, tan lejos en Girona… recuerda los entrenamientos lloviendo, aquél otro en pista granizando, o la noche con Lolo por media comunidad de Madrid. Recuerda el primer maratón alpino, el primer raid con el mejor equipo de la liga nacional… En el Aneto, aguantando, y aguantando por no retirarse… también piensa en su padre, desaparecido, y en decirle a su madre que esto le gusta mucho. Qué disgusto se va a llevar, pobre. El Pájaro Perro no ha podido ser localizado. ¿Por dónde estarán Fran y Carmen? ¿Pako? … ¿solaris? …en medio de estas idas y venidas, sin saber cómo, el cerebro se adormece, se acuna… y queda la nada. Un vacío absoluto.
La Patasola corre o anda, no podría decir. No habla… es un hombre desplazándose hacia el sol, un poema de libertad y sueños.
De pronto un rugido descompone la escena: ¿el Pájaro Perro?... más bien el estómago. Qué hambre! Estamos llegando… asfalto, civilización, rotondas!! Corremos (la estampa es la estampa) sorteamos Navacerrada, con algunos aplausos, Fer, algún otro tronador despistado, y entramos en meta: Suena música, hay un arco de meta blanco, hay yerba. Hemos llegado.
Abrazo a Charo, que busca a Goyo para darle un beso… me quito la mochila, me estiro y sonrío… ha sido una carrera fantástica!!
Un día, dieciséis minutos.

Poco después aparecen Fran y Carmen: grito como enloquecido, animamos, y esperamos a que crucen esa línea fascinante y mágica que simboliza el final del recorrido. Hay besos, hay saltos (pocos, que al final los kilómetros también cansan) y abrazos.
Lo demás fueron duchas, recuento de heridas, rozaduras, ampollas, y café con montaditos de lomo y queso… y la nostalgia de haber terminado algo que empezó muchos meses atrás, con la inscripción subrayada.